El Catllaràs

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Sentir de cerca el latido del Catllaràs tiene sus riesgos. Lo más significativo es caer enfermo de amor y establecer un vínculo, estrecho y sincero, espontáneo y potente, que para siempre nos reclamará y nos forzará a volver. Cuando el arte de la seducción hace buen trabajo, con una sola vez nunca tendremos suficiente.

 

Este texto de Marc Casabosch publicado en el nº 237 de la revista “Descobrir” expresa perfectamente el sentimiento que se apodera del viajero que se adentra por primera vez en esta montaña y sirve como texto de presentación de este macizo, bastante desconocido, situado en el Alt Berguedà y al sur de la sierra del Cadí-Moixeró.

En el Catllaràs, la presencia humana es bastante escasa y dentro del macizo sólo hay masías diseminadas y parroquias rurales. Los pueblos están situados en los límites. La Pobla de Lillet, Guardiola del Berguedà, Sant Julià de Cerdanyola, la Nou de Berguedà, Vilada, Castell del Areny y Sant Jaume de Frontanyà delimitan un espacio natural a la medida humana, una unidad de relieve que guía las jóvenes aguas del Llobregat y el Mergançol hasta el pantano de la Baells.

Este marco geográfico se alza hasta más allá de los 1.700 metros y combina con armonía grandes peñascos, algunos gigantescos, frondosos bosques y rasos. Encinares, robledales, pinares y hayedos, siendo raros en el contexto del Berguedà, se adaptan a formaciones rocosas que afloran altivas entre este magnífico tapiz forestal que acoge también un símbolo de la alta montaña, la legendaria Flor de Neu, también conocida como Edelweiss .

Olvidada como otras sierras prepirenaicas que se encuentran a las puertas del Pirineo, el Catllaràs es un espacio ideal para disfrutar de la bicicleta durante todo el año. Las rutas que te proponemos en este monográfico te permitirán descubrir auténticas sorpresas naturales: el Sobrepuny, de silueta singular; el Pla del Catllaràs, un espléndido prado de hierba escondido entre el bosque, presidido por una roca colosal y rodeado por las siete colinas más altas del macizo, lo que crea en el viajero una placentera sensación de aislamiento, paz y soledad; el Prat Gespedor, envuelto de una gran serenidad natural; el hundido prado de las Damases que tapiza el llamado Juego de la Pelota, un prado de hierba compacta totalmente cerrado por el bosque; la roca de la Luna, un peñón accesible y un excelente mirador de los relieves del Parque Natural Cadí-Moixeró.

Cada pueblo tiene alguna ruta que se adentra en el corazón de la montaña. Cada una de ellas nos descubre algunos de los lugares más singulares y emblemáticos de la sierra: la ermita románica de Sant Romà de la Clusa; los santuarios de gran devoción y de visita obligada de la Lurda de la Nou o Santa María de Falgars; la capilla circular, de las pocas que hay en el país, de Santa Maria de Lillet; el monasterio de Sant Jaume de Frontanyà, probablemente una de las mejores piezas del románico catalán; y sin ir tan lejos en el tiempo, una joya arquitectónica contemporánea, el chalet del Catllaràs, obra de Gaudí y que es donde se alojaban los ingenieros ingleses de las minas donde se extraía el carbón para los hornos de la primera fábrica de cemento Portland del Estado español, Asland, propiedad del empresario Eusebi Güell y mecenas del arquitecto.

Este invierno escapado a cualquiera de los pueblos con encanto que enmarcan el macizo y disfruta de estas rutas.
Salut i pedal

Rutas por el Catllaràs