Espolla — Cap de Creus

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Paraje Natural del Macizo de la Albera. Serra de Rodes. Parque Natural de Cap de Creus

Espolla — Rabós — Vilamaniscle — Coll de la Serra — Mas Patirà — La Valleta — Santa Creu de Rodes Monasterio de Sant Pere de Rodes — Port de la Selva — Cap de Creus
Mapas Comarcales de Cataluña. Alt Empordà. 1:50.000. Instituto Cartográfico de Cataluña (ICC).

Resumen

Distancia:55 km
Desnivel:1590 m
Tiempo:5 h 45 min
Dificultad:difícil

La mágica geología de Cap de Creus. Cuando el Pirineo se adentra en el mar

La última etapa sobresale en paisaje; mar y montaña se aúnan, y culmina una aventura por el Pirineo Oriental cuando este se hunde en el mar sin perder en ningún momento la identidad. Además, la península del cabo de Creus nos muestra una configuración geológica formada por estructuras y afloramientos modelados por la tramontana que forman un conjunto único en el mundo. Una etapa de gran belleza abruma lo...
La mágica geología de Cap de Creus. Cuando el Pirineo se adentra en el mar

La última etapa sobresale en paisaje; mar y montaña se aúnan, y culmina una aventura por el Pirineo Oriental cuando este se hunde en el mar sin perder en ningún momento la identidad. Además, la península del cabo de Creus nos muestra una configuración geológica formada por estructuras y afloramientos modelados por la tramontana que forman un conjunto único en el mundo. Una etapa de gran belleza abruma los sentidos, con un final digno para una travesía que consigue hacer crecer a quien la lleva a cabo.

Marchamos hacia Rabós por el camino de las antiguas viñas. En Rabós, un camino asfaltado en dirección a Sant Quirze de Colera nos conecta con el núcleo de Vilamaniscle. El trayecto recorre un paisaje formado en gran parte por cultivos de olivos y viñas que pueblan la llanura alta del Ampurdán, que se extiende a los pies del macizo de la Albera.

En Vilamaniscle ensartamos por una pista que nos sube a la loma de la sierra de la Baga d’en Ferran. En Coll de la Serra la panorámica que se divisa es extensa y alcanza la gran llanura delimitada por el inmenso golfo de Roses, los relieves que se descuelgan desde el Pirineo y los de gran parte del noreste del Cataluña; si domináis el territorio disfrutaréis poniendo el nombre a muchos de ellos (Montgrí, Montseny, el Far, Cabrera, Puigsacalm, Mare de Deu del Mont, Bassegoda…); destacan claramente los macizos del Canigó, las Salines y la Albera, cordilleras que nos recuerdan el camino recorrido.

En este punto se puede acortar la etapa bajando directamente a la carretera de Llançà (ver track de la variante), pero la propuesta va a buscar la carena que baja directamente de Puig Neulós, haciendo el viaje mucho más atractivo y evidenciando cómo el Pirineo, con sus valles y sierras, se hunde en el Mediterráneo, un espectáculo pletórico del cual merece la pena disfrutar.

Desde el Coll de la Serra perdemos altura por la pista que sube del valle, pero nos desviamos a continuación en dirección a Sant Martí de Vallmala. Pasamos junto a Mas Guanter, un núcleo imponente de grandes caserones que forman una gran unidad de estructuras que solo conservan los muros perimetrales. Probablemente había sido una masía de referencia en la zona, puesto que alcanzaba mucha parte del valle; tenía rebaños y probablemente también se cultivaba viña y olivo y se explotaba el corcho. La finca más próxima era el Mas Patiràs, entre Puig Tifell y Puig d’Esquers, hacia donde nos dirigimos.

Reseguimos en suave subida la vertiente sur del Puig d’Esquers, prácticamente desnudo de arboleda, sobrevolando el valle de la Valleta hasta el pequeño collado dónde sobre un intenso cielo azul se perfila la silueta del Mas Patiràs, también en ruinas, a la vez que los receptores olfativos empiezan a husmear el mar. El Mas Patiràs está ubicado en medio de las cuencas de la parte alta de las rieras de Valleta y de Garbet. Actualmente en ambas cabeceras hay signos evidentes de intentos de recuperación forestal.

Continuamos el viaje pedaleando por la cordillera pirenaica, que apunta hacia su destino final antes de entregarse al mar. Al horizonte, de los diferentes relieves entre el mar y la llanura que dominamos destaca la silueta inconfundible del castillo de Sant Salvador de Verdera, en el punto más alto de la sierra de Rodes, que alcazaremos desde la Valleta. El paisaje se mueve a nuestro ritmo; mientras avanzamos dejamos atrás los pequeños y abruptos valles que se encaminan hacia el mar desde la frontera hasta la bahía de Llançà, unos valles de gran belleza que la tramontana se encarga de vestir de gala, potenciando la luz y los colores mediterráneos, contrastando cada rincón para configurar un paisaje lleno de matices y sombras: una imagen parada de los relieves montañosos fusionándose con el mar y convirtiéndose en una superficie llana que se extiende más allá del horizonte. El viaje apasionante nos lleva hasta el núcleo de Valleta, al fondo del valle del mismo nombre.

Iniciamos la segunda parte adentrándonos en el Parque Natural de Cap de Creus a través de la zona protegida de la sierra de Rodes, hacia donde subimos. Hacemos un corto tramo de carretera hasta encontrar la pista que sube hacia Montperdut, cerca del castillo de Quermançó. La pista se adentra y nos conecta con la carretera que sube de Vilajuïga al parking del monasterio de Sant Pere de Rodes. Hacemos un tramo por asfalto hasta una curva cerrada donde tomamos un camino exigente; hay algún tramo no ciclable, que transita por encima de la cabecera del valle del Mas la Mata. A partir de este punto el camino es más amable y enlazando pistas diversas y una pequeña vereda al final conseguimos evitar la carretera y llegar a Santa Creu de Rodes y al espectacular monasterio de Sant Pere de Rodes, dos tesoros patrimoniales de primer orden.

Santa Creu es un pueblo medieval abandonado formado por los restos de las viviendas, dos torres y la iglesia románica de Santa Helena, el único edificio del núcleo que se mantiene en pie. Estaba atravesado por un camino empedrado que enlazaba dos torres con portaladas que permitían el acceso al pueblo. Se comunicaba con el monasterio directamente a través de un camino que salía del portal de Baix. El trazado actual coincide, prácticamente, con el antiguo.

El monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes es el centro del conjunto monumental situado en la sierra de Verdera. La documentación más antigua, del siglo IX, hace referencia a una celda monástica dependiente del monasterio de Sant Esteve de Banyoles. Con la fundación del monasterio independiente, en el siglo X, empezó una etapa de esplendor impulsada por la nobleza ampurdanesa. Centro de poder feudal y económico, la comunidad inició un proyecto constructivo que reflejaba su fuerza. Las obras se extendieron entre los siglos X y XIII, y tuvieron en cuenta esencialmente la zona de clausura formada por la iglesia, los claustros y las dependencias circundantes.

Bajamos a Port de la Selva por la carretera; un maravilloso descenso con bonitas vistas sobre los valles de Selva de Mar, con su puerto natural, y de Santa Cruz, desgraciadamente devastada por el fuego del pasado julio. En Port de la Selva afrontamos el último tramo de la etapa y de la travesía, el cabo de Creus. La punta más oriental de la Península y de los Pirineos es un territorio abrupto de calas imposibles que se despliega al este de de la última montaña que parece resistirse a su destino final: el Pení.

Entre la tierra y el mar, el cabo de Creus es un espacio de morfología rocosa prácticamente desnudo de arboleda, de gran belleza y dotado de una configuración geológica singular. Con estructuras y afloramientos que forman un conjunto único en el mundo, el efecto de la tramontana ha hecho que aparezcan formas de erosión caprichosas y ha transformado el paisaje de una manera muy especial. Atravesarlo en bicicleta desde Port de la Selva hasta el faro es una experiencia única y nos transporta a paisajes que parecen otros mundos. Solo un detalle, remontar el barranco de la riera de Cala Tavallera se tiene que hacer a pie, una nimiedad cuando recordamos la magia y el magnetismo del gran viaje telúrico que empezó en el Pedraforca y que pasando por el Canigó nos ha llevado hasta cabo de Creus.

Agost de 2021

CENTROS De INTERÉS
San Julià de Rabós. Mas Guanter. Santa Creu de Rodes. Sant Pere de Rodes.
La mágica geología de Cap de Creus. Cuando el Pirineo se adentra en el mar

La última etapa sobresale en paisaje; mar y montaña se aúnan, y culmina una aventura por el Pirineo Oriental cuando este se hunde en el mar sin perder en ningún momento la identidad. Además, la península del cabo de Creus nos muestra una configuración geológica formada por estructuras y afloramientos modelados por la tramontana que forman un conjunto único en el mundo. Una etapa de gran belleza abruma los sentidos, con un final digno para una travesía que consigue hacer crecer a quien la lleva a cabo.

Marchamos hacia Rabós por el camino de las antiguas viñas. En Rabós, un camino asfaltado en dirección a Sant Quirze de Colera nos conecta con el núcleo de Vilamaniscle. El trayecto recorre un paisaje formado en gran parte por cultivos de olivos y viñas que pueblan la llanura alta del Ampurdán, que se extiende a los pies del macizo de la Albera.

En Vilamaniscle ensartamos por una pista que nos sube a la loma de la sierra de la Baga d’en Ferran. En Coll de la Serra la panorámica que se divisa es extensa y alcanza la gran llanura delimitada por el inmenso golfo de Roses, los relieves que se descuelgan desde el Pirineo y los de gran parte del noreste del Cataluña; si domináis el territorio disfrutaréis poniendo el nombre a muchos de ellos (Montgrí, Montseny, el Far, Cabrera, Puigsacalm, Mare de Deu del Mont, Bassegoda…); destacan claramente los macizos del Canigó, las Salines y la Albera, cordilleras que nos recuerdan el camino recorrido.

En este punto se puede acortar la etapa bajando directamente a la carretera de Llançà (ver track de la variante), pero la propuesta va a buscar la carena que baja directamente de Puig Neulós, haciendo el viaje mucho más atractivo y evidenciando cómo el Pirineo, con sus valles y sierras, se hunde en el Mediterráneo, un espectáculo pletórico del cual merece la pena disfrutar.

Desde el Coll de la Serra perdemos altura por la pista que sube del valle, pero nos desviamos a continuación en dirección a Sant Martí de Vallmala. Pasamos junto a Mas Guanter, un núcleo imponente de grandes caserones que forman una gran unidad de estructuras que solo conservan los muros perimetrales. Probablemente había sido una masía de referencia en la zona, puesto que alcanzaba mucha parte del valle; tenía rebaños y probablemente también se cultivaba viña y olivo y se explotaba el corcho. La finca más próxima era el Mas Patiràs, entre Puig Tifell y Puig d’Esquers, hacia donde nos dirigimos.

Reseguimos en suave subida la vertiente sur del Puig d’Esquers, prácticamente desnudo de arboleda, sobrevolando el valle de la Valleta hasta el pequeño collado dónde sobre un intenso cielo azul se perfila la silueta del Mas Patiràs, también en ruinas, a la vez que los receptores olfativos empiezan a husmear el mar. El Mas Patiràs está ubicado en medio de las cuencas de la parte alta de las rieras de Valleta y de Garbet. Actualmente en ambas cabeceras hay signos evidentes de intentos de recuperación forestal.

Continuamos el viaje pedaleando por la cordillera pirenaica, que apunta hacia su destino final antes de entregarse al mar. Al horizonte, de los diferentes relieves entre el mar y la llanura que dominamos destaca la silueta inconfundible del castillo de Sant Salvador de Verdera, en el punto más alto de la sierra de Rodes, que alcazaremos desde la Valleta. El paisaje se mueve a nuestro ritmo; mientras avanzamos dejamos atrás los pequeños y abruptos valles que se encaminan hacia el mar desde la frontera hasta la bahía de Llançà, unos valles de gran belleza que la tramontana se encarga de vestir de gala, potenciando la luz y los colores mediterráneos, contrastando cada rincón para configurar un paisaje lleno de matices y sombras: una imagen parada de los relieves montañosos fusionándose con el mar y convirtiéndose en una superficie llana que se extiende más allá del horizonte. El viaje apasionante nos lleva hasta el núcleo de Valleta, al fondo del valle del mismo nombre.

Iniciamos la segunda parte adentrándonos en el Parque Natural de Cap de Creus a través de la zona protegida de la sierra de Rodes, hacia donde subimos. Hacemos un corto tramo de carretera hasta encontrar la pista que sube hacia Montperdut, cerca del castillo de Quermançó. La pista se adentra y nos conecta con la carretera que sube de Vilajuïga al parking del monasterio de Sant Pere de Rodes. Hacemos un tramo por asfalto hasta una curva cerrada donde tomamos un camino exigente; hay algún tramo no ciclable, que transita por encima de la cabecera del valle del Mas la Mata. A partir de este punto el camino es más amable y enlazando pistas diversas y una pequeña vereda al final conseguimos evitar la carretera y llegar a Santa Creu de Rodes y al espectacular monasterio de Sant Pere de Rodes, dos tesoros patrimoniales de primer orden.

Santa Creu es un pueblo medieval abandonado formado por los restos de las viviendas, dos torres y la iglesia románica de Santa Helena, el único edificio del núcleo que se mantiene en pie. Estaba atravesado por un camino empedrado que enlazaba dos torres con portaladas que permitían el acceso al pueblo. Se comunicaba con el monasterio directamente a través de un camino que salía del portal de Baix. El trazado actual coincide, prácticamente, con el antiguo.

El monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes es el centro del conjunto monumental situado en la sierra de Verdera. La documentación más antigua, del siglo IX, hace referencia a una celda monástica dependiente del monasterio de Sant Esteve de Banyoles. Con la fundación del monasterio independiente, en el siglo X, empezó una etapa de esplendor impulsada por la nobleza ampurdanesa. Centro de poder feudal y económico, la comunidad inició un proyecto constructivo que reflejaba su fuerza. Las obras se extendieron entre los siglos X y XIII, y tuvieron en cuenta esencialmente la zona de clausura formada por la iglesia, los claustros y las dependencias circundantes.

Bajamos a Port de la Selva por la carretera; un maravilloso descenso con bonitas vistas sobre los valles de Selva de Mar, con su puerto natural, y de Santa Cruz, desgraciadamente devastada por el fuego del pasado julio. En Port de la Selva afrontamos el último tramo de la etapa y de la travesía, el cabo de Creus. La punta más oriental de la Península y de los Pirineos es un territorio abrupto de calas imposibles que se despliega al este de de la última montaña que parece resistirse a su destino final: el Pení.

Entre la tierra y el mar, el cabo de Creus es un espacio de morfología rocosa prácticamente desnudo de arboleda, de gran belleza y dotado de una configuración geológica singular. Con estructuras y afloramientos que forman un conjunto único en el mundo, el efecto de la tramontana ha hecho que aparezcan formas de erosión caprichosas y ha transformado el paisaje de una manera muy especial. Atravesarlo en bicicleta desde Port de la Selva hasta el faro es una experiencia única y nos transporta a paisajes que parecen otros mundos. Solo un detalle, remontar el barranco de la riera de Cala Tavallera se tiene que hacer a pie, una nimiedad cuando recordamos la magia y el magnetismo del gran viaje telúrico que empezó en el Pedraforca y que pasando por el Canigó nos ha llevado hasta cabo de Creus.

Agost de 2021

CENTROS De INTERÉS
San Julià de Rabós. Mas Guanter. Santa Creu de Rodes. Sant Pere de Rodes.

La mágica geología de Cap de Creus. Cuando el Pirineo se adentra en el mar

La última etapa sobresale en paisaje; mar y montaña se aúnan, y culmina una aventura por el Pirineo Oriental cuando este se hunde en el mar sin perder en ningún momento la identidad. Además, la península del cabo de Creus nos muestra una configuración geológica formada por estructuras y afloramientos modelados por la tramontana que forman un conjunto único en el mundo. Una etapa de gran belleza abruma los sentidos, con un final digno para una travesía que consigue hacer crecer a quien la lleva a cabo.

Marchamos hacia Rabós por el camino de las antiguas viñas. En Rabós, un camino asfaltado en dirección a Sant Quirze de Colera nos conecta con el núcleo de Vilamaniscle. El trayecto recorre un paisaje formado en gran parte por cultivos de olivos y viñas que pueblan la llanura alta del Ampurdán, que se extiende a los pies del macizo de la Albera.

En Vilamaniscle ensartamos por una pista que nos sube a la loma de la sierra de la Baga d’en Ferran. En Coll de la Serra la panorámica que se divisa es extensa y alcanza la gran llanura delimitada por el inmenso golfo de Roses, los relieves que se descuelgan desde el Pirineo y los de gran parte del noreste del Cataluña; si domináis el territorio disfrutaréis poniendo el nombre a muchos de ellos (Montgrí, Montseny, el Far, Cabrera, Puigsacalm, Mare de Deu del Mont, Bassegoda…); destacan claramente los macizos del Canigó, las Salines y la Albera, cordilleras que nos recuerdan el camino recorrido.

En este punto se puede acortar la etapa bajando directamente a la carretera de Llançà (ver track de la variante), pero la propuesta va a buscar la carena que baja directamente de Puig Neulós, haciendo el viaje mucho más atractivo y evidenciando cómo el Pirineo, con sus valles y sierras, se hunde en el Mediterráneo, un espectáculo pletórico del cual merece la pena disfrutar.

Desde el Coll de la Serra perdemos altura por la pista que sube del valle, pero nos desviamos a continuación en dirección a Sant Martí de Vallmala. Pasamos junto a Mas Guanter, un núcleo imponente de grandes caserones que forman una gran unidad de estructuras que solo conservan los muros perimetrales. Probablemente había sido una masía de referencia en la zona, puesto que alcanzaba mucha parte del valle; tenía rebaños y probablemente también se cultivaba viña y olivo y se explotaba el corcho. La finca más próxima era el Mas Patiràs, entre Puig Tifell y Puig d’Esquers, hacia donde nos dirigimos.

Reseguimos en suave subida la vertiente sur del Puig d’Esquers, prácticamente desnudo de arboleda, sobrevolando el valle de la Valleta hasta el pequeño collado dónde sobre un intenso cielo azul se perfila la silueta del Mas Patiràs, también en ruinas, a la vez que los receptores olfativos empiezan a husmear el mar. El Mas Patiràs está ubicado en medio de las cuencas de la parte alta de las rieras de Valleta y de Garbet. Actualmente en ambas cabeceras hay signos evidentes de intentos de recuperación forestal.

Continuamos el viaje pedaleando por la cordillera pirenaica, que apunta hacia su destino final antes de entregarse al mar. Al horizonte, de los diferentes relieves entre el mar y la llanura que dominamos destaca la silueta inconfundible del castillo de Sant Salvador de Verdera, en el punto más alto de la sierra de Rodes, que alcazaremos desde la Valleta. El paisaje se mueve a nuestro ritmo; mientras avanzamos dejamos atrás los pequeños y abruptos valles que se encaminan hacia el mar desde la frontera hasta la bahía de Llançà, unos valles de gran belleza que la tramontana se encarga de vestir de gala, potenciando la luz y los colores mediterráneos, contrastando cada rincón para configurar un paisaje lleno de matices y sombras: una imagen parada de los relieves montañosos fusionándose con el mar y convirtiéndose en una superficie llana que se extiende más allá del horizonte. El viaje apasionante nos lleva hasta el núcleo de Valleta, al fondo del valle del mismo nombre.

Iniciamos la segunda parte adentrándonos en el Parque Natural de Cap de Creus a través de la zona protegida de la sierra de Rodes, hacia donde subimos. Hacemos un corto tramo de carretera hasta encontrar la pista que sube hacia Montperdut, cerca del castillo de Quermançó. La pista se adentra y nos conecta con la carretera que sube de Vilajuïga al parking del monasterio de Sant Pere de Rodes. Hacemos un tramo por asfalto hasta una curva cerrada donde tomamos un camino exigente; hay algún tramo no ciclable, que transita por encima de la cabecera del valle del Mas la Mata. A partir de este punto el camino es más amable y enlazando pistas diversas y una pequeña vereda al final conseguimos evitar la carretera y llegar a Santa Creu de Rodes y al espectacular monasterio de Sant Pere de Rodes, dos tesoros patrimoniales de primer orden.

Santa Creu es un pueblo medieval abandonado formado por los restos de las viviendas, dos torres y la iglesia románica de Santa Helena, el único edificio del núcleo que se mantiene en pie. Estaba atravesado por un camino empedrado que enlazaba dos torres con portaladas que permitían el acceso al pueblo. Se comunicaba con el monasterio directamente a través de un camino que salía del portal de Baix. El trazado actual coincide, prácticamente, con el antiguo.

El monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes es el centro del conjunto monumental situado en la sierra de Verdera. La documentación más antigua, del siglo IX, hace referencia a una celda monástica dependiente del monasterio de Sant Esteve de Banyoles. Con la fundación del monasterio independiente, en el siglo X, empezó una etapa de esplendor impulsada por la nobleza ampurdanesa. Centro de poder feudal y económico, la comunidad inició un proyecto constructivo que reflejaba su fuerza. Las obras se extendieron entre los siglos X y XIII, y tuvieron en cuenta esencialmente la zona de clausura formada por la iglesia, los claustros y las dependencias circundantes.

Bajamos a Port de la Selva por la carretera; un maravilloso descenso con bonitas vistas sobre los valles de Selva de Mar, con su puerto natural, y de Santa Cruz, desgraciadamente devastada por el fuego del pasado julio. En Port de la Selva afrontamos el último tramo de la etapa y de la travesía, el cabo de Creus. La punta más oriental de la Península y de los Pirineos es un territorio abrupto de calas imposibles que se despliega al este de de la última montaña que parece resistirse a su destino final: el Pení.

Entre la tierra y el mar, el cabo de Creus es un espacio de morfología rocosa prácticamente desnudo de arboleda, de gran belleza y dotado de una configuración geológica singular. Con estructuras y afloramientos que forman un conjunto único en el mundo, el efecto de la tramontana ha hecho que aparezcan formas de erosión caprichosas y ha transformado el paisaje de una manera muy especial. Atravesarlo en bicicleta desde Port de la Selva hasta el faro es una experiencia única y nos transporta a paisajes que parecen otros mundos. Solo un detalle, remontar el barranco de la riera de Cala Tavallera se tiene que hacer a pie, una nimiedad cuando recordamos la magia y el magnetismo del gran viaje telúrico que empezó en el Pedraforca y que pasando por el Canigó nos ha llevado hasta cabo de Creus.

Agost de 2021

CENTROS De INTERÉS
San Julià de Rabós. Mas Guanter. Santa Creu de Rodes. Sant Pere de Rodes.

La mágica geología de Cap de Creus. Cuando el Pirineo se adentra en el mar

La última etapa sobresale en paisaje; mar y montaña se aúnan, y culmina una aventura por el Pirineo Oriental cuando este se hunde en el mar sin perder en ningún momento la identidad. Además, la península del cabo de Creus nos muestra una configuración geológica formada por estructuras y afloramientos modelados por la tramontana que forman un conjunto único en el mundo. Una etapa de gran belleza abruma los sentidos, con un final digno para una travesía que consigue hacer crecer a quien la lleva a cabo.

Marchamos hacia Rabós por el camino de las antiguas viñas. En Rabós, un camino asfaltado en dirección a Sant Quirze de Colera nos conecta con el núcleo de Vilamaniscle. El trayecto recorre un paisaje formado en gran parte por cultivos de olivos y viñas que pueblan la llanura alta del Ampurdán, que se extiende a los pies del macizo de la Albera.

En Vilamaniscle ensartamos por una pista que nos sube a la loma de la sierra de la Baga d’en Ferran. En Coll de la Serra la panorámica que se divisa es extensa y alcanza la gran llanura delimitada por el inmenso golfo de Roses, los relieves que se descuelgan desde el Pirineo y los de gran parte del noreste del Cataluña; si domináis el territorio disfrutaréis poniendo el nombre a muchos de ellos (Montgrí, Montseny, el Far, Cabrera, Puigsacalm, Mare de Deu del Mont, Bassegoda…); destacan claramente los macizos del Canigó, las Salines y la Albera, cordilleras que nos recuerdan el camino recorrido.

En este punto se puede acortar la etapa bajando directamente a la carretera de Llançà (ver track de la variante), pero la propuesta va a buscar la carena que baja directamente de Puig Neulós, haciendo el viaje mucho más atractivo y evidenciando cómo el Pirineo, con sus valles y sierras, se hunde en el Mediterráneo, un espectáculo pletórico del cual merece la pena disfrutar.

Desde el Coll de la Serra perdemos altura por la pista que sube del valle, pero nos desviamos a continuación en dirección a Sant Martí de Vallmala. Pasamos junto a Mas Guanter, un núcleo imponente de grandes caserones que forman una gran unidad de estructuras que solo conservan los muros perimetrales. Probablemente había sido una masía de referencia en la zona, puesto que alcanzaba mucha parte del valle; tenía rebaños y probablemente también se cultivaba viña y olivo y se explotaba el corcho. La finca más próxima era el Mas Patiràs, entre Puig Tifell y Puig d’Esquers, hacia donde nos dirigimos.

Reseguimos en suave subida la vertiente sur del Puig d’Esquers, prácticamente desnudo de arboleda, sobrevolando el valle de la Valleta hasta el pequeño collado dónde sobre un intenso cielo azul se perfila la silueta del Mas Patiràs, también en ruinas, a la vez que los receptores olfativos empiezan a husmear el mar. El Mas Patiràs está ubicado en medio de las cuencas de la parte alta de las rieras de Valleta y de Garbet. Actualmente en ambas cabeceras hay signos evidentes de intentos de recuperación forestal.

Continuamos el viaje pedaleando por la cordillera pirenaica, que apunta hacia su destino final antes de entregarse al mar. Al horizonte, de los diferentes relieves entre el mar y la llanura que dominamos destaca la silueta inconfundible del castillo de Sant Salvador de Verdera, en el punto más alto de la sierra de Rodes, que alcazaremos desde la Valleta. El paisaje se mueve a nuestro ritmo; mientras avanzamos dejamos atrás los pequeños y abruptos valles que se encaminan hacia el mar desde la frontera hasta la bahía de Llançà, unos valles de gran belleza que la tramontana se encarga de vestir de gala, potenciando la luz y los colores mediterráneos, contrastando cada rincón para configurar un paisaje lleno de matices y sombras: una imagen parada de los relieves montañosos fusionándose con el mar y convirtiéndose en una superficie llana que se extiende más allá del horizonte. El viaje apasionante nos lleva hasta el núcleo de Valleta, al fondo del valle del mismo nombre.

Iniciamos la segunda parte adentrándonos en el Parque Natural de Cap de Creus a través de la zona protegida de la sierra de Rodes, hacia donde subimos. Hacemos un corto tramo de carretera hasta encontrar la pista que sube hacia Montperdut, cerca del castillo de Quermançó. La pista se adentra y nos conecta con la carretera que sube de Vilajuïga al parking del monasterio de Sant Pere de Rodes. Hacemos un tramo por asfalto hasta una curva cerrada donde tomamos un camino exigente; hay algún tramo no ciclable, que transita por encima de la cabecera del valle del Mas la Mata. A partir de este punto el camino es más amable y enlazando pistas diversas y una pequeña vereda al final conseguimos evitar la carretera y llegar a Santa Creu de Rodes y al espectacular monasterio de Sant Pere de Rodes, dos tesoros patrimoniales de primer orden.

Santa Creu es un pueblo medieval abandonado formado por los restos de las viviendas, dos torres y la iglesia románica de Santa Helena, el único edificio del núcleo que se mantiene en pie. Estaba atravesado por un camino empedrado que enlazaba dos torres con portaladas que permitían el acceso al pueblo. Se comunicaba con el monasterio directamente a través de un camino que salía del portal de Baix. El trazado actual coincide, prácticamente, con el antiguo.

El monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes es el centro del conjunto monumental situado en la sierra de Verdera. La documentación más antigua, del siglo IX, hace referencia a una celda monástica dependiente del monasterio de Sant Esteve de Banyoles. Con la fundación del monasterio independiente, en el siglo X, empezó una etapa de esplendor impulsada por la nobleza ampurdanesa. Centro de poder feudal y económico, la comunidad inició un proyecto constructivo que reflejaba su fuerza. Las obras se extendieron entre los siglos X y XIII, y tuvieron en cuenta esencialmente la zona de clausura formada por la iglesia, los claustros y las dependencias circundantes.

Bajamos a Port de la Selva por la carretera; un maravilloso descenso con bonitas vistas sobre los valles de Selva de Mar, con su puerto natural, y de Santa Cruz, desgraciadamente devastada por el fuego del pasado julio. En Port de la Selva afrontamos el último tramo de la etapa y de la travesía, el cabo de Creus. La punta más oriental de la Península y de los Pirineos es un territorio abrupto de calas imposibles que se despliega al este de de la última montaña que parece resistirse a su destino final: el Pení.

Entre la tierra y el mar, el cabo de Creus es un espacio de morfología rocosa prácticamente desnudo de arboleda, de gran belleza y dotado de una configuración geológica singular. Con estructuras y afloramientos que forman un conjunto único en el mundo, el efecto de la tramontana ha hecho que aparezcan formas de erosión caprichosas y ha transformado el paisaje de una manera muy especial. Atravesarlo en bicicleta desde Port de la Selva hasta el faro es una experiencia única y nos transporta a paisajes que parecen otros mundos. Solo un detalle, remontar el barranco de la riera de Cala Tavallera se tiene que hacer a pie, una nimiedad cuando recordamos la magia y el magnetismo del gran viaje telúrico que empezó en el Pedraforca y que pasando por el Canigó nos ha llevado hasta cabo de Creus.

Agost de 2021

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